Xarahíz no es un lugar, no es un pueblo, es una dimensión diferente que se da solamente en una semana en el año en determinados lugares cuando se juntan determinadas personas. Una realidad deliciosamente paralela.
Una familia que llega en coche desde Bruselas todos los años directamente al Campus para juntarse con sus amigos y primos.Y se pegan la paliza con una sonrisa.
Un chico de Córdoba que quiere irse, que lo pasa fatal los dos primeros días, con cara de modorro.Pero que el miércoles de Campus decide que tira para adelante y que lo va a disfrutar.
Dos niñas de Badajoz que quieren venir a Xarahíz pero que les da un poquito de cosa quedarse a dormir solas sin sus padres.Unos padres que deciden hospedarse en una casa rural en la zona toda la semana con sus hijas para que estas asistan, como externas, durmiendo en familia.
Un señor de Ferrol que conduce de madrugada para llegar a Xarahíz antes de que empiece el Campus con el maletero lleno de Vieiras, de empanadas y de albariño.Y de cariño por conocer gente.
60 campistas que van a la marcha voluntaria de Viriato y que cuando llegan a los chozos íberos, se quejan de dormir al raso con los mosquitos ¿acaso era obligatoria?
El líder de las rutas senderistas, podrá equivocar el camino, pero no perderá la sonrisa ni la calma.Un gigante.
Jugadoras que piden vendarse.El año pasado no había enfermera,ni tape y no se lesionaban.
Una chica adolescente que usa camiseta con lentejuelas para andar rutas nocturnas entre jabalís.
Un muchacho de Badajoz con pelo largo que casi antes de que empiece el Taller de Relajación ya está roncando.
Equipos enteros de Madrid que vienen y repiten, que convencen a sus amigos.Y que vuelven a repetir.
Un Director Técnico que dirige seis (6) entrenamientos diarios y que aún tiene energía para estar hasta las dos de la madrugada explicando cada “step back” de cada ejercicio.
Dos amigos, uno de Miajadas, otro de Plasencia.Que durante el año estudian y meten canastas.Y que en verano pencan en el campo, cogen cerezas y tomates, pero que hacen un alto para juntarse, para reir, para hacer deporte.
Niños que hacen su cama repasando cada arruga para poder ganar el concurso.Y que hoy llegan a su casa y no dan ni palo.
Un Campeón de Golf de once años que anualmente deja los palos una semana para meter bolas más grandes, con una sonrisa.
Un joven japonés que cruza el mundo para encontrarse con entrenadores que no conoce, pero a los que escuchará con atención y respeto para poder aprender, aunque no entienda todo lo que le dicen.Hace con gusto sus entrenamientos, sean de baloncesto, de origami o de sumo…Imaginaos que llegáis a Japón y os piden a cada uno de vosotros que deis un Taller de Flamenco o de torear al natural. Eso es actitud.
Un chico de 13 años que graba, edita y prepara en vídeo la experiencia de él y sus amigos en el Campus.
Unas madres que normalmente tienen dos hijos y que durante una semana dan a luz y cuidan otros 180 más.
Un monitor de pequeños que pide un casco azul de la ONU de resolución de conflictos y peleas.
Otro muchacho andaluz que llora a media tarde en su cama porque la chica que le gusta le ha dicho que es un pesado.
Dos jugadores que cuando están en la cancha son soldados, cuando están fuera se ponen sus gafas y están a la orden.Tres veranos disfrutando como participantes, la edad les lleva a ser futuros monitores.
Un grupo de 16 entrenadores y monitores (nadie sabe quién es quién) que ríen y curran. Que no paran de ilusionarse.
Y esa es el único patrocinador de esta locura, la ilusión. Oficialmente ha sido la mejor edición del Campus, pese a que ya lo habíamos pasado muy bien. Y eso, a partir de ahorita es un gran recuerdo y un nuevo reto. Más que buscar, hemos encontrado a la gente de mañana.
Ha sido genial.